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Rumbo a Las Termas de Pismanta por El Paso de Aguas Negras

Día uno

Partimos temprano desde la ciudad de La Serena y comenzamos a internarnos hacia el valle de Elqui en nuestra aventura de cruzar Los Andes. A medida que avanzábamos, las cientos de hectáreas de uvas pisqueras y de mesa nos acompañaban, otorgándonos una belleza incalculable. La postal identifica al Valle de Elqui y es inconfundible: el interminable verdor que nos otorgan las parras, los enormes y omnipresentes cerros semidesnudos y el cielo más limpio y azul del mundo. es el valle en toda su magnitud.

Pasamos el pueblo de Rivadavia, seguimos el camino del río Turbio, por la Ruta Internacional Gabriela Mistral e hicimos una breve detención en la localidad de Huanta, específicamente en la casa Quinta San Juan, donde dejamos listo nuestros pedidos de almuerzo antes de continuar la aventura.

Seguimos nuestro camino por la cordillera durante unas horas, apreciando la gama infinita de colores que los cerros nos entregan: violeta, índigo, rojo, lila, amarillo, café, etc. No hay fotografía que pueda captar la belleza de la observación directa, estar allí, disfrutar el espectáculo. Totalmente recomendable, a propósito, llevar una tarjeta extra para su cámara fotográfica, aunque siempre terminan lamentando no poder llevarse los mismos cerros a su casa.

Unas cuantas horas y llegamos a la Aduana chilena, donde realizamos los trámites de rigor para continuar nuestra aventura de cruzar Los Andes. Después de avanzar por una zona de quebradas -el camino se vuelve un poco pesado, pero vale la pena-, unos 30 km. más adelante nos encontramos con el embalse La Laguna: 40 millones de metros cúbicos y un escenario de una soledad que sorprende por su singular belleza. Unos kilómetros más y apareció imponente el glaciar El Tapado, ubicado a 5.536 msnm., la mayor reserva de agua dulce de nuestra zona. Tanto en la laguna como cerca del glaciar pudimos detenernos unos minutos y obtener la necesaria foto del recuerdo. Recuerdo que la gente miraba ensimismada la cordillera, quizá descubriendo colores que no había visto nunca, o al menos nunca así.

La siguiente detención fue una de las más simbólicas: el paso fronterizo Aguas Negras, a 4.779 msnm., el hito que separa a un país del otro y que marca al menos la mitad del viaje hacia nuestro destino inmediato, el Departamento de Iglesias, en Argentina. Ya estamos del otro lado, seguimos la aventura.

Nuestro lugar de hospedaje es el Hotel Termas de Pismanta, en la localidad del mismo nombre, a 100 km. desde la frontera, así que luego de los trámites de control fronterizo en Arrequintín nos dirigimos a ese lugar por un camino que, si bien se vuelve pesado y un poco sinuoso, nos otorga las bellezas singulares de la cordillera multicolor que ya mencionamos. Entramos al valle de Iglesias y el paisaje plagado de álamos nos da la bienvenida al hotel

El complejo funciona aproximadamente desde 1950 y entre sus servicios destacan las 12 piletas termales que oscilan entre los 38º y 45º, y que pueden ser utilizadas a cualquier hora, las 24 horas del día, las veces que a nosotros nos plazca, todo a cuenta del programa turístico. Lo recomendable, de todos modos, es dejar pasar al menos seis horas entre baño y baño. Estos son desintoxicantes, están indicados para la gente que sufre del hígado, reumatismo, gota, diabetes, problemas respiratorios y de la piel. La invitación entonces es a sumarse al relajo que las comodidades del hotel nos otorga, además de un completo spa, con sauna seco y a vapor. Después del intenso viaje cruzando la cordillera, el cuerpo agradece ser tratado como merece.

Tras acomodarnos y relajarnos unas horas en las instalaciones nos fuimos al sector de Bellavista, a la finca de Guido y Liliana, quienes nos recibieron con una exquisita cena campestre y nos mostraron los terrenos que poseen, cómo los trabajan y la historia tras ellos. Fue una oportunidad buenísima para entender cómo funcionan y subsisten los pueblos de esta parte profunda de Argentina, alejada de los grandes centros turísticos, las playas y los espectáculos bonaerenses. Después de eso, volviendo al hotel nos esperaba un sueño reparador.

Día dos

Luego del desayuno salimos a la localidad de Rodeo, descrita como la villa turística de la ciudad de Iglesia. Posee paisajes de enormes bellezas naturales y un clima privilegiado, con temperaturas agradables todo el año y muy poca humedad. Luego de un pequeño paseo nos fuimos a almorzar a uno de los lugares más hermosos de todo el recorrido: la finca El Martillo, una hacienda dedicada al agroturismo y el mejor ejemplo de turismo rural en esta zona. Disfrutamos de la exquisita carne argentina en el restaurant de la finca, con una vista privilegiada de todo el lugar y hacia los mismos cultivos que luego sirven de ingredientes para la preparación de los platos. El salón, las mesas, las sillas, todo está hecho de la madera predominante en la zona: el álamo. Posee un estilo rústico hermoso y, repito, lo mejor es la comida: la carne de cordero al horno podía cortarse como si fuera mantequilla, y el plato más recomendable es la trucha, recién sacada del agua desde las propias piletas de cría que poseen en la finca. Todo esto junto con vinos de la zona. Con semejante espectáculo gastronómico fue muy sencillo disfrutar el almuerzo… y extremadamente difícil sacarnos de allí.

Nuestra siguiente parada nos dejó a todos asombrados por los contrastes vividos. De un lugar como El Martillo, lleno de vegetación, al paisaje lunar del embalse Cuesta del Viento.  A sólo 2 km. de Rodeo. Sorprende por la forma de las rocas, similares a las del valle de la luna, por la sorpresa de encontrarse con este hermoso espejo de agua entre las montañas, por el color violeta que llamativamente aparece en las laderas de los cerros, por la inmensidad del paisaje… por todo.

Volvimos cerca de las cuatro de la tarde al hotel. Algunos decidieron ir a bañarse a la piscina, otros tomaron el programa de spa y yo fui directo a los baños termales. La tarde se fue en descanso y relajo, tal como la anterior.

La noche fue un espectáculo. Ovidio y Teresa en El Ensueño, nos recibieron con un asado “a la argentina” y un show, una verdadera clase magistral sobre el tango: sus orígenes, su  historia, sus variaciones. Escuchamos con atención, nos divertimos, reímos, jugamos y luego cantamos los mejores clásicos de la historia de este baile y estilo musical rioplatense. La velada se hizo corta entre el vino y la música y terminamos volviendo al hotel cerca de la una de la mañana, pero sin duda valió la pena.

Día tres

El tercer día fue sencillamente para reponernos. Las ganas de verlo todo, sacar mil fotografías, conocer la cultura y las tradiciones de los argentinos que conocimos, caminar, recorrer, nos dio la excusa perfecta para tener la mañana libre y aprovecharla con los servicios del hotel. Piscina, termas, spa, masajes, todo. Después del almuerzo comenzamos a despedirnos de todo, subimos maletas a la van, encendemos motores y dejamos la aventura argentina hasta la próxima oportunidad, cuando el estrés y el desenfreno de la ciudad nos obligue a volver al relajo cruzando Los Andes y dejando los problemas, las reuniones, la rutina diaria del trabajo, detrás de la cordillera. .